Cristina - la doradora

Ella pega una pequeña hoja de pan de oro al lado de la otra y acaricia suavemente la superficie con un pincel. Hoja a hoja, hora a hora lámina con cuidado y precisión una gran urna antigua. Está concentrada y solo las partículas doradas brillan en su cabello y en su frente en silencio. Cuando empecé a hablar con ella, una sonrisa grande aparece en su rostro, iluminando cada rincón de su taller.

-Cristina, ¿qué haces aquí? le preguntaré

-Estoy dorando. El arte de dorar, de antigüedad milenaria es el proceso creativo, requiere la experiencia, la práctica y la sensibilidad del hacedor en la utilización y combinación de elementos y materiales del proceso. El oro ha sido considerado, desde las más antiguas culturas, un metal noble cargado de gran valor simbólico y ligado siempre a las más altas dignidades. La hoja de oro fino se ha utilizado para dorar superficies para fines ornamentales: altares, retablos, tronos de semana santa, o incluso columnas de iglesias. También podemos encontrar el oro bajo, que se usa como imitación y es otro material que trabajan en el taller. El arte de dorar sigue siendo popular en España. Ahora estamos restaurando y dorando marcos y muebles de diversa tipología. También estamos trabajando en bienes del patrimonio eclesiástico que necesitan restauración.

Cristina González, que estudió historia del arte en la universidad y luego se especializó en conservación ha trabajado en museos, archivos y salas de exposiciones de Málaga. Sin embargo, durante la pandemia decidió abrir su taller Antequera, formándose en técnicas de dorado y su restauración. La conocí en un taller en el que ella y su padre están ejerciendo este antiguo oficio.

 
 

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